En la escuela nos advirtieron que, especialmente este mes, lleváramos la tarjeta de identificación como extranjero con nosotros porque la policía está haciendo muchos registros. Así que, aun a esperas de que me den la mía, me eché el pasaporte al bolsillo cada día…
Dando una vuelta por Shinjuku por la noche, un sitio con bastantes extranjeros y bastantes japoneses muy raritos, me crucé con dos policías en un semáforo, que cuando los vi ya sabía que me iban a pedir la identificación. Crucé la calle y me senté a esperarlos que vinieran. Dos minutos tardaron.
Al primer “hola”, les respondí con un “buenas noches” mientras me sacaba el pasaporte del bolsillo y se lo entregaba. Me preguntaron si estaba de viaje y les contesté que no, que vivo aquí. Me pidieron la tarjeta de extranjero y les dije que estoy esperando a que me la den el día tal, que ahora mismo, lo que tengo es ese papel grapado en el pasaporte que certifica que lo que digo es cierto. Hablaron algo entre ellos rápido, casi sin mover los labios, por lo que no pude entenderlo “perdón… no entiendo mucho japonés” les dije. Al parecer a uno de ellos le gustó el apellido de mi madre que señalándolo con el dedo lo repetía unas cuantas veces como bien podía. Como no sabía muy bien qué quería saber en ese momento, le dije “español” y le sonreí. Me preguntaron qué hago en Japón, les dije que soy diseñador pero que ahora mismo estoy estudiando japonés. Me desearon suerte, ánimo, me pidieron perdón por las molestias y se fueron muy amablemente.
Fue gratificante resolver el problema con la policía hablando sólo japonés. Fue mucho más gratificante resolverlo antes de que llegaran a cachearme en Shinjuku delante de mil personas, la mitad de los que estaban cerca mirándome porque la policía hablaba conmigo.
He de reconocer que fueron muy educados y se portaron muy bien (dentro de lo que cabe). Simplemente pensaron que parecía sospechoso y se aseguraron de que tenía todo en regla. He de decir que normalmente en España el trato de la policía es muchísimo peor, desde no mirarte con respeto, hablarte con superioridad y demases…
Una anécdota más para añadir a mi diario, como la vez que me metieron en una habitación del aeropuerto y me hicieron mil preguntas antes de dejarme entrar en el país… otro día os lo cuento.